En navidades (¡ya ha pasado un mes!) descubrí una campaña del grupo textil nº 1 del país y Médicos Sin Fronteras contra el VIH en Zimbabue, a través de la comercialización de un “playbutton” con grabaciones de artistas nacionales y coros de aquel país (”Positive”). Desconocía ese modelo de soporte de distribución de música mp3, similar a una chapa, que se prende de la solapa, con la imagen correspondiente al álbum que contiene.
De esa manera uno “se viste” con música, no solo la oye.
Esto me hace pensar que, después de un tiempo en el que la música se viene “almacenando” comprimida en dispositivos muy manejables pero totalmente invisibles (salvo esos que empiezan por i, y que han nacido para ser vistos) la idea de llevarla y exhibirla gracias a un elemento con una gráfica cuidada me gusta.
Quizá porque me recuerda a la etapa del vinilo, en la que -salvo un anticipo, vía emisora de radio- el primer contacto con un álbum en el expositor de la tienda era toda una experiencia visual (y táctil), y que se repite cada vez que lo escuchas.
Este nexo entre música e imagen lo “inventó” Alex Steinweiss, en 1939, con la creación de la primera cubierta ilustrada para un disco de la Columbia Records. Parece que esto revolucionó la recién nacida industria discográfica y abrió el camino de toda una especialidad gráfica. De un estilo cercano al Art Decó al principio, y siempre vanguardista, durante treinta y cuatro años ha continuado diseñando cubiertas de álbumes hasta su jubilación, en 1973.
Hace un año, aproximadamente, la editorial Taschen ha editado un mravilloso libro sobre Steinweiss. Solo unos meses antes de que falleciera, el 17 de julio, en Florida.
Quiero compartir los artículos de David Alandete e Iker Seisdedos, en El País, y un blog donde podéis conocer más sobre este diseñador gráfico pionero.
Yo voy a hacerme con el libro en cuanto termine este post.
Pilar